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martes, 13 de diciembre de 2011

EL CASTILLO DE ROQUETAILLADE



El castillo de Roquetaillade, sito en la localidad de Mazères, en Aquitania y no demasiado lejos de la ciudad de Burdeos (Depto. de la Gironde, Francia), con su aspecto macizo de aquellas medievales construcciones defensivas, responde perfectamente al imaginario popular del típico castillo-fortaleza. Ya en época del emperador Carlomagno (o Carlos I "el Magno"), existía una primitiva fortaleza que, con el tiempo, vino a ampliarse y a modernizarse hasta adquirir el tamaño actual. De fortaleza medieval, pasó a ser una residencia señorial, permaneciendo en manos de la misma familia a través de las mujeres -los Señores de La Mothe, los Marqueses de Lansac y de Mauvesin- desde el siglo XI hasta nuestros días, lo que nos da una friolera de 700 años de historia familiar.

Fue en 1552, cuando la gran heredera de los Gaillard de La Mothe (señores de Roquetaillade desde el s. XII), Catherine de La Mothe, casa con Jean de Lansac aportando como dote el castillo de su familia, sus extensas tierras y numerosos feudos, amén de sus afamados viñedos. Serán los Marqueses de Lansac quienes se afanarán en restaurar el castillo de Roquetaillade a finales del s.XVI, después de haber sufrido serios daños y varios saqueos en el curso de las Guerras de Religión. Intentarán, de hecho, convertir la oscura fortaleza medieval en un castillo más luminoso y agradable para sus ocupantes, cosa difícil de realizar aún hoy. De aquellos reacondicionamientos salieron nuevas ventanas, hermosos salones, tres chimeneas monumentales renacentistas y una gran escalinata de piedra.

Retrato de Françoise de Souvré, Marquesa de Lansac, Gobernanta de los Infantes de Francia, señalando a los niños Luis XIV y Felipe de Francia, Duque de Anjou.

Una de las señoras del castillo, Françoise de Souvré, Marquesa de Lansac, fue la gobernanta del jovencísimo rey Luis XIV de Francia y de su hermano Felipe, Duque de Anjou, hijos de Luis XIII y de Ana de Austria.
A finales del siglo XVIII, el último Marqués de Lansac tan solo disponía de dos hijas para continuar con la saga familiar al frente de Roquetaillade. La menor de ellas, Marie-Henriette de Lansac (1767-1852), casaría en 1789 con el Conde François de Laborie, aportando en dote el castillo y las tierras de Roquetaillade. De esa unión nacería una única hija, Marie-Joséphine de Laborie (1791-1860) y, al poco, la madre solicitaría el divorcio al emigrar su marido a Inglaterra para escapar de la Revolución. Por aquel entonces, era cosa común ver a muchas grandes damas divorciarse de sus maridos huídos y emigrados al extranjero para salvaguardar sus bienes y patrimonios que, por norma, eran confiscados por el Estado y convertidos en "Bienes Nacionales" si los titulares abandonaban el país. Mujer extraordinaria, se pasó aquellos terribles años viviendo por todo lo alto entre Burdeos y Roquetaillade, ofreciendo espléndidas cenas y veladas a sus invitados mientras su padre y su hermana Geneviève se pudrían en prisión pendientes de acabar o no en la guillotina... Para colmo, afirmaba a sus amigos que jamás se lo había pasado tan bien como bajo el Terror!

Cuando estalló la Revolución Francesa, con esa fiebre de arrasar con todo cuanto recordara el Antiguo Régimen, Roquetaillade se convirtió en el punto de mira de los revolucionarios bordeleses. Por fortuna, cuando llegó una nutrida tropa de soldados y obreros con la intención de derrocar piedra por piedra la mansión, se encontraron con que su propietario, el Marqués de Lansac, les esperaba a la entrada para convencerles de que no ejecutasen la orden de demolición. Para ello, les dobló a todos el sueldo que la ciudad de Burdeos les había ofrecido para tirarlo al suelo y, luego, les invitó a probar los mejores caldos de su vasta bodega. Tanto les gustó aquella cata y la generosidad del marqués que, al final, renunciaron a ejecutar la orden dejando indemne el edificio y sus interiores.

Interior parcial del gabinete de las Musas, con su típico estilo "Luis XIII" (s.XVII), del Castillo de Roquetaillade. / Abajo, fotografía de la chimenea monumental de la Sala Sinodal del castillo.

Gracias a las juiciosas decisiones de su estrafalaria madre, Marie-Joséphine de Laborie pudo heredar en 1807 de toda la fortuna familiar y del patrimonio, salidos intactos de la tempestad revolucionaria -con algunas excepciones-, y casarse con el hombre adecuado: Hippolyte Le Blanc, Marqués de Mauvesin (1787-1860), cuyos descendientes siguen estando al frente de Roquetaillade.
A mediados del siglo XIX, el castillo se encontraba en tan mal estado de conservación que la familia Mauvesin no tuvo más remedio que encargar al arquitecto Viollet-Le-Duc su completa restauración, tanto externa como interna. Durante una década, las obras de remodelación y de reacondicionamiento del castillo fueron la gran prioridad de los Marqueses de Mauvesin, y los frutos de aquellos arduos trabajos se tradujeron en un rotundo éxito en materia de arquitectura e interiorismo, devolviendole su antiguo esplendor.
Todo aquello se debió a que el entonces heredero de Roquetaillade, el Marqués Lodoïs Le Blanc de Mauvesin, casaba con Marie-Geneviève de Galard de Brassac de Béarn el 18 de junio de 1849 y, para hacer más confortable el viejo castillo (cuyos interiores se habían degradado seriamente) a la flamante pareja, se decidió invertir una fortuna para devolver al edificio su pasada época dorada, aprovechando el auge de su comercio vinícola que les aportaba pingües beneficios.

En los años sesenta, fue escenario principal del rodaje de la película protagonizada por Louis de Funès y Jean Marais: "Fantomas contra Scotland Yard", tercera y última entrega de la trilogía de Fantomas. En los noventa, volvió a ser el escenario de otro largometraje famoso inspirado en un hecho verídico: "El Pacto de los Lobos"*.

(*)_La Bestia de Gévaudan.

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